La forma
y la sin-forma
Por Sheij Mohammad
Abdullah Ansari
“De Allah son el
oriente y el occidente; donde quiere que os volváis, allí encontraréis la faz
de Allah.” (Sagrado Corán 2:115)
Este
ayat (versículo) del Corán obviamente habla de la omnipresencia de Dios, que
está es todos lados todo el tiempo. En
realidad, esa interpretación se puede entender aún más profundamente si
consideras que el mundo o universo entero es una manifestación de Allah. Así que, la esencia de toda la existencia es
Dios. Cuando uno llega a un nivel de
desarrollo lo único que ve es a Allah.
Pero hay otra manera de interpretar este ayat.
La
palabra que es traducido como ‘faz’ o ’cara’ es wajh en árabe. Wajh, además de significar ‘cara’ también
significa ‘intensión, semejanza, principio, manera, propósito, significado,’
entre otras cosas. Podemos entender con
eso que el mundo es la manera en que Dios guía al ser humano para su evolución
del estado incompleto en que entramos a este mundo a un estado rumbo a la
perfección contemplado por Dios. Siendo Dios
la esencia de todo, La “faz” de Dios es parte de Su esencia, ver eso es verlo a
Él. La Realidad está oculta por una
fachada puesta por los egos del hombre y distorsionado aún más por una
percepción pintada por el ego, sus deseos y miedos. Quitar esa fachada y ver su realidad es
llegar a la iluminación.
Para
lograr lo arriba mencionado Dios no nos ha dejado sin guía. Además de los escritos sagrados y maestros
que aparecen para los que tienen una ansiedad de conocer la Verdad y que están
listos, Dios ha salpicado el mundo con señales para guiarnos. El Corán está lleno de ayats (nota que la
traducción literal de ‘ayat’ es ‘señal’ aunque se refiere al versículo) que
señalan los maravillosos aspectos del mundo como la noche y día, la lluvia, el mar y toda la
manera en que la naturaleza nos mantiene, para instarnos a creer en Dios y
apreciar Su bondad. Hay otras señales
que el mundo y la vida aportan para los que están en la senda o que tienen fuertes
deseos de conocer a Dios y hacer lo correcto.
En
el gran marco de las cosas, todo es parte de Dios y Su plan, en nuestro
segmento de esa gran realidad existe una dualidad necesaria. Aunque en realidad no hay mal y bien sino
fuerzas opuestas que interactúan para crear la materialidad y ese campo de
entrenamiento llamado el universo, aquí tenemos que ver y distinguir entre lo
bueno y lo malo como parte de nuestro proceso de desarrollo. De igual manera, aunque a final de cuentas,
todo es Allah, para nosotros es necesario diferenciar entre Dios y
no-Dios. Esta que vemos como forma
(no-Dios) y sin-forma (Dios). El mundo
es una manifestación de Allah, la esencia de todo se origina de Dios, o más
bien, es Dios o hecho de Su esencia. Su
exterior es una creación del ser humano.
Para ver y conocer a Dios hay que ver más allá de la forma, el exterior.
Mi
Sheij siempre dice, “Enfoque en Allah”.
¿Qué significa enfocar? Por una
parte, un sufí siempre tiene en mente (a lo mejor de su habilidad) Dios. Es como un anhela incansable, una ansiedad al
fondo que no permite la persona bajar la guardia por mucho tiempo. El sufí está en todo momento buscando o
asociando todo con Dios (por asociar quiero decir buscando a Dios o una
conexión espiritual en todo lo que toca o hace). Enfocar significa saber que las reglas de
Allah, encontradas en los escritos sagrados, son una manera de encajar con Dios
o armonizarse con el Universo y por eso está vigilando a sí mismo, checando su
conducta y sus reacciones emocionales haciendo elecciones entre lo que es correcto
y lo que no lo es.
Otra
manera de ver el concepto de ‘enfocar en Allah’ es reconocer como es que el
pensar en Dios y/o más efectivamente, al usar sus nombres sagrados para
llamarLo, se hace cambios internos así como para sintonizar el cuerpo físico a la
frecuencia divina y con eso cambiar el estado de conciencia. Orar o pedir ayuda de Dios se entiende
comúnmente como si Dios fuera una persona, un anciano con una barba larga como está
pintado por algunas artistas. Este
concepto de Dios garantiza resultados mínimos o nulos. Lo que realmente pasa al llamar a Dios con un
concepto grande y sin-forma, es sintonizar las frecuencias del cuerpo físico,
que es, en realidad, como un radio receptor que tiene un alcance universal, con
la ayuda de Dios que está constantemente lista para ser utilizada por nosotros
seres humanos.
Como
hemos hablado, el concepto que mantenemos de Dios abre o cierra nuestro mundo al
abrir o cerrar receptores en el cerebro.
No importa que la mente, la conciencie del corazón espiritual, este
conectado con canales a mundos superiores y a la guía divina, si el cerebro
físico no está correctamente sintonizado y limpio de alimentación originado del
nafs/ego, la guía e información de fuentes divinas no estarán traducidas de
forma entendible para la persona. En
este estado, cortado de la mayor parte de los impulsos divinos, el individuo ve
el mundo en términos puramente materiales, un mundo pequeño, restringido con
posibilidades limitadas.
Este
mundo de la persona normal es la forma
de lo que hemos designado como ‘no-Dios’.
Este mundo está lleno de ilusiones y engaños. Es una trampa que atrapa a la gente, encogiendo
su mundo y su persona. En este estado
duro y rígido la persona es fácilmente atacada por fuerzas negativas y su vida
se convierte en una montaña rusa emocional llena de conflictos y dolor no
obstante la cara que muestra al mundo.
En el mejor de los casos esa persona anda por la vida en un estado de sonambulismo,
terminando la vida sin desarrollo alguno ni habiendo empezado la tarea que Dios
nos a asignado al entrar en esta etapa de nuestra vida eterna.
Es
imprescindible que distingamos entre la forma y lo sin-forma. Sólo así lograremos ‘ver’ a Dios. Es imprescindible hacer uso del regalo divino
del libre albedrío y para hacer eso uno debe estar conciente, alerta en un
estado de vigilia constante. Eso es
‘enfocarse en Allah’. Concientes de
nosotros mismos, escogemos entre acciones correctas e incorrectas y así nos
sintonizarnos con las frecuencias positivas que, a su lado, nos trae la guía
que nos ayuda seguir en la senda, así como un ciclo virtuoso.
La
persona promedio ve el mundo en términos materiales, de formas y a sí mismo de
igual manera – su forma, su cuerpo, su imagen-ego, lleno de ideas de quién es y
de que va a ser y hacer, su vida es de cosas y sucesos, atrapado en un mundo
material condenado de por vida.
La
única manera de escapar de esta prisión a la libertad grandiosa y
multidimencional es por vaciarse. Como es
arriba mencionado, con la atención enfocada en Allah, en Dios, sintonizado con
el Divino, abierto, sin-forma, sin-apego, fluido, flexible. Como dijo Jesús (la paz sea con él), “Busca el
reino de Dios y todo lo demás sigue por añadidura”. Eso es enfocar en Dios. El Profeta Mohammad (la paz sea con él) dijo
que la lengua del creyente nunca para de pronunciar el nombre de Allah, que
quiere decir que su atención e intención se enfocan en Dios y que los más
dedicados usan los nombres de Dios, llamandoLo continuamente y así alineándose
con el Señor.
La
esencia básica de la existencia son los atributos de Allah que nosotros los sufíes
dividimos en 99 partes, los 99 nombres de Dios.
Aunque Sus nombres y atributos son infinitos por razones prácticas y por
ser mencionados en el Sagrado Corán, los 99 nombres sirvan como método para
acercarnos a Él. En el Génesis Dios dijo
que el hombre fue hecho a Su imagen. Los
99 nombres (atributos) de Allah se encuentran en el hombre/mujer en forma
latente y representan esa imagen o aspecto divino del ser humano. Sólo al activar esta realidad en nosotros
podemos realizar nuestro verdadero destino divino. Nuestra identidad divina no puede existir en
el cuerpo lleno de sí mismo, con el ego, el gran YO, la imagen de ser. Vacíos, Dios nos llena con Él mismo. Llenos de nosotros mismos nos estancamos y
nunca realizamos nuestro potencial. El
Corán dice que en el pecho del ser humano no caben dos corazones. Escogemos el nafs/ego o a Dios.
La Tariqa Sufí Islámica Qadiri-Rifai
Ansariyya
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