El
camino de la acción - parte 4
Por Sheij Mohammad Abdullah Ansari
Jesús acusa a escribas y fariseos
Entonces habló Jesús a la
gente y a sus discípulos, diciendo: “En la cátedra de Moisés se sientan los
escribas y los fariseos. Así que todo lo
que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus
obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de
llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo
quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres.
Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman
los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y
las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí…” (Nuevo Testamento, Mateo 23:1-7)
Los fariseos eran los eruditos, escolásticos y
autoridades judías en el tiempo de Jesús (Yeshua). En cada religión vemos una situación similar:
cada vez que Dios revela a un profeta la ciencia acerca de cómo funcionan las
cosas, el mundo, el universo y la existencia, y al morir el profeta, poco a
poquito, se acumulan por encima de los principios sencillos y claros de Dios
enseñados por el profeta, un montón de interpretaciones cada vez más complicadas,
así como también reglas y rituales adicionales que el profeta no predicó. Todo
eso dentro de grupos que aparentan autoridad y exigen obediencia.
Había 124,000 profetas a lo largo de esta etapa de la
existencia de humana en la tierra. De esa forma la realidad de la existencia y
la manera de encajar felizmente en ella,
fue extendida por todas partes del mundo y a todas las sociedades y tipo de
gente. También fue necesario que hubiera tantos profetas por lo explicado
arriba: la enseñanza empezaba a degenerar gradualmente con tiempo, y Dios tenía
que enviar el mensaje una y otra vez.
“No piensen que yo he venido
a anular la ley de Moisés o las enseñanzas de los profetas. No he venido a
anularlas, sino a darles su verdadero significado.…” (Nuevo Testamento Mateo 5:17)
Así que, cuando la verdadera esencia de lo que Dios
reveló a Moisés había sido enterrada bajo rituales y reglas complicadas y
difíciles, y la religión era dirigida por hipócritas, Dios inculcó a Jesús el
espíritu profético, guiándolo para que
purifique las enseñanzas, haciéndolas sencillas y fáciles de entender.
Si leemos solamente las palabras de Jesús en los
evangelios, tanto los aceptados por la Iglesia e incluidos en el Nuevo
Testamento, como los otros descubiertos más tarde (los descubierto en Egipto en
1945) encontramos un sistema de vida que coincide con las realidades
universales, es decir, las leyes básicas de Dios, sin un exceso de rituales y
detalles. Vemos un sistema basado en el
comportamiento (conducta recta), el amor al prójimo y rechazo de las autoridades religiosas de su
época:
“Pero no permitan que a ustedes se les llame “Rabí”, porque tienen un
solo Maestro y todos ustedes son hermanos.” (Nuevo Testamento, Mateo 23:8)
No pasó mucho tiempo antes de que lo que Jesús explicó
a la gente empezara a complicarse, y así algo sencillo y directo creció hasta
ser algo muy diferente de lo que había explicado el Profeta Jesús. El patrón de
la degeneración del Judaísmo, la enseñanza de Moisés, se volvió a repetir.
Como había sucedido innumerables veces en el pasado,
Dios o la Energía Suprema, tuvo que enviar el mensaje nuevamente, esta vez al
Profeta Muhammad ibn Abdullah (s.a.w.). Dios mandó al arcángel Gabriel para
instruir al Profeta Muhammad en la manera de vivir según el sistema del universo
(din en árabe, muchas veces mal entendido como “religión” –pronto volveremos a
hablar de eso-). Igual que en el caso
del Profeta Jesús (la paz sea con él) el Profeta Muhammad no fue enviado para
destruir nada sino para reafirmar las enseñanzas de los profetas
anteriores. Continuaremos, inshallah.
La
Tariqa Sufí Islámica Qadiri-Rifai Ansariyya
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