lunes, 15 de febrero de 2016

El camino de la acción - parte 4
Por Sheij Mohammad Abdullah Ansari

Jesús acusa a escribas y fariseos
Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos.  Así que todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí…” (Nuevo Testamento, Mateo 23:1-7)

Los fariseos eran los eruditos, escolásticos y autoridades judías en el tiempo de Jesús (Yeshua).  En cada religión vemos una situación similar: cada vez que Dios revela a un profeta la ciencia acerca de cómo funcionan las cosas, el mundo, el universo y la existencia, y al morir el profeta, poco a poquito, se acumulan por encima de los principios sencillos y claros de Dios enseñados por el profeta, un montón de interpretaciones cada vez más complicadas, así como también reglas y rituales adicionales que el profeta no predicó. Todo eso dentro de grupos que aparentan autoridad y exigen obediencia.
Había 124,000 profetas a lo largo de esta etapa de la existencia de humana en la tierra. De esa forma la realidad de la existencia y la manera de encajar felizmente en  ella, fue extendida por todas partes del mundo y a todas las sociedades y tipo de gente. También fue necesario que hubiera tantos profetas por lo explicado arriba: la enseñanza empezaba a degenerar gradualmente con tiempo, y Dios tenía que enviar el mensaje una y otra vez.
“No piensen que yo he venido a anular la ley de Moisés o las enseñanzas de los profetas. No he venido a anularlas, sino a darles su verdadero significado.…” (Nuevo Testamento Mateo 5:17)
Así que, cuando la verdadera esencia de lo que Dios reveló a Moisés había sido enterrada bajo rituales y reglas complicadas y difíciles, y la religión era dirigida por hipócritas, Dios inculcó a Jesús el espíritu profético, guiándolo para que  purifique las enseñanzas, haciéndolas sencillas y fáciles de entender.
Si leemos solamente las palabras de Jesús en los evangelios, tanto los aceptados por la Iglesia e incluidos en el Nuevo Testamento, como los otros descubiertos más tarde (los descubierto en Egipto en 1945) encontramos un sistema de vida que coincide con las realidades universales, es decir, las leyes básicas de Dios, sin un exceso de rituales y detalles.  Vemos un sistema basado en el comportamiento (conducta recta), el amor al prójimo y rechazo de las autoridades religiosas de su época: “Pero no permitan que a ustedes se les llame “Rabí”, porque tienen un solo Maestro y todos ustedes son hermanos.” (Nuevo Testamento, Mateo 23:8)
No pasó mucho tiempo antes de que lo que Jesús explicó a la gente empezara a complicarse, y así algo sencillo y directo creció hasta ser algo muy diferente de lo que había explicado el Profeta Jesús. El patrón de la degeneración del Judaísmo, la enseñanza de Moisés, se volvió  a repetir.
Como había sucedido innumerables veces en el pasado, Dios o la Energía Suprema, tuvo que enviar el mensaje nuevamente, esta vez al Profeta Muhammad ibn Abdullah (s.a.w.). Dios mandó al arcángel Gabriel para instruir al Profeta Muhammad en la manera de vivir según el sistema del universo (din en árabe, muchas veces mal entendido como “religión” –pronto volveremos a hablar de eso-).  Igual que en el caso del Profeta Jesús (la paz sea con él) el Profeta Muhammad no fue enviado para destruir nada sino para reafirmar las enseñanzas de los profetas anteriores.  Continuaremos, inshallah.

La Tariqa Sufí Islámica Qadiri-Rifai Ansariyya
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