martes, 2 de febrero de 2016

El camino de acción - parte 2
Por Sheij Mohammad Abdullah Ansari

Escribí en la parte anterior de esta serie:
“Las enseñanzas de Cristo y de Muhammad (la paz sea con ellos) son, en realidad, métodos para lograr la “iluminación”, la “realización”, el “nirvana”, la Unidad con Dios. Todas ellas son expresiones que aluden a la razón por la cual estamos aquí en la tierra, y que consiste en aprender cómo sintonizarnos con la frecuencia divina. Si pudiéramos hacer lo que ellos nos explicaron, lograríamos inmediatamente la meta, conocer a Dios y lograr la iluminación.  Sus palabras eran (son) el método.”
¿Qué dijeron los profetas?  No estamos hablando de rituales, detalles en la forma de orar, ropa, comida, ni nada de eso.  Vamos a analizar exactamente qué era lo que los profetas estaban diciendo.  ¿Cuál es la esencia de las enseñanzas de todos los miles de profetas que han existido?
Jesús dijo, “Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es el que se humilla y se vuelve como este niño" (Mateo 18:1-5)
Al nacer estábamos íntimamente conectados con Dios. Pronto esa conexión empieza a debilitarse, primero con necesidades físicas, luego, poco a poco, con deseos, pues vemos cosas y las queremos. Al principio es por curiosidad, pues es parte del proceso de aprender los asuntos de la vida material.  Al crecer estamos tan distraídos por el mundo y sus cosas que olvidamos a Dios, así la conexión con Dios disminuye hasta no ser más que un murmullo en un lugar profundo del ser.  Estamos bombardeados de influencias ajenas, como la familia, la sociedad y la cultura, con todas las exigencias que eso implica.  Y más, habitamos un cuerpo, aunque el cuerpo no es quienes somos sino un vehículo en el que Dios nos instaló para viajar por el mundo material.  Ese cuerpo tiene una historia, su ADN, con inclinaciones que provienen de un largo linaje de ancestros;  inclinaciones tanto buenas como malas pero que no son nuestras.
Además Dios nos ha dado un aparato para maniobrar en este mundo de energía densa –el nafs-.  Parte del trabajo del nafs es protegernos.  Pero el nafs también se distrae por el mundo y cae preso de influencias mundanas, de condicionamientos ajenos, de las cosas del mundo.  Ahora, separados de Dios, al menos conscientemente, empezamos a sentir miedo porque inconscientemente sabemos que somos totalmente dependientes de Dios. En un esfuerzo para protegernos el nafs empieza a desarrollar una personalidad, el ego, que es una personalidad falsa, una forma de mecanismo de defensa. Así, el ego creado por el nafs funciona ya como un sustituto de Dios.  Además, creemos que esa persona, el ego con todos sus deseos, gustos y disgustos, y hábitos, es quien somos realmente. De modo que ya desarrollamos una imagen de nuestro ser que está lejos de la realidad. Sin embargo, todavía queda dentro, escondido profundamente en todos,  el miedo;  el miedo original, el miedo de estar solos, distanciados de Dios.

Pero aun así, algunas personas, en algún momento de sus vidas, empiezan a sentir ese miedo (aún si no lo reconocen como miedo) y empiezan a cuestionar y preguntarse, pues sienten que algo está mal y quieren saber.  Por una variedad de factores el apego del mundo no se adhiere tanto en esas personas y por eso van buscando respuestas.  Esas sensaciones y preguntas pueden conducir a periodos incómodos para algunas de ellas, y hasta causarles problemas psicológicos.  Con “suerte” encontramos ayuda y empezamos el trabajo, el trabajo de quitar todas las capas de basura que hemos heredado y el condicionamiento adquirido por las influencias del mundo;  empezamos la lucha contra el nafs y su ego.  
Podrías preguntar por qué hace falta todo eso para “regresar a Dios”, regresar a donde empezamos.  La respuesta reside en la misma razón por la que existe este mundo, la tierra.  Aquí en un estado “normal” sólo vemos una parte pequeña de lo que realmente existe, lo material.  Este mundo y esta vida son sólo la punta del iceberg.  Continuaremos, inshallah…

La Tariqa Sufí Islámica Qadiri-Rifai Ansariyya
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